Explorando y descubriendo la historia fósil de Cerro Guido y el Valle de las Chinas en la Patagonia Chilena
Por Daniela Flores en colaboración con Juan Pablo Venegas, Claudio Bravo,
Antonia Atisha, Jhonatan Alarcón y Red Paleontológica Universidad de Chile
Al
indagar en los distintos estratos de la superficie terrestre, podemos rescatar restos orgánicos, comúnmente llamados fósiles, que nos cuentan sobre el origen y la historia evolutiva de diversos grupos de seres vivos con los que actualmente convivimos, así como de varios grupos ya totalmente extintos. El registro fósil nos ayuda a entender cómo los seres vivos han cambiado a lo largo de la historia de la Tierra. Estos registros, es decir, los fósiles, se pueden hallar en diversos sitios del planeta, sin embargo existen lugares que particularmente deslumbran por su gran concentración, su facultad de preservación, y por la información que nos entregan sobre sus relaciones biogeográficas con fósiles de otras regiones del planeta. Los fósiles, no sólo nos dan luces de la diversidad biológica que existió en el pasado remoto, sino que además de fenómenos migratorios o de interacción entre ecosistemas y comunidades que ocurrieron en tiempos pretéritos. En este sentido, en Chile existe uno de estos lugares excepcionales que resguarda la historia biótica desde el final de la Era Mesozoica, también conocida como “Era de los dinosaurios”. Este sitio se encuentra en la que hoy es la Patagonia Chilena, específicamente el sector de Cerro Guido y el Valle del Río de Las Chinas, ubicados en la Provincia de Última Esperanza, Región de Magallanes y Antártica Chilena. Este lugar, donde el viento, los cóndores y los guanacos son paisanos comunes, resguarda una sucesión de rocas que representan antiguos ambientes acuáticos, como mares y costas, así como también ambientes terrestres, los cuales en estos últimos años, han venido revelando parte de la historia natural por su riqueza fósil animal y vegetal.

Los fósiles, no sólo nos dan luces de la diversidad biológica que existió en el pasado remoto, sino que además de fenómenos migratorios o de interacción entre ecosistemas y comunidades que ocurrieron en tiempos pretéritos.



Arriba. Acuarela de uno de los lugares del Valle del Río de las Chinas elaborada por Mauricio Álvarez Ilustrador de ciencias, instagram: mauricio_alvarez_art.
Abajo. Vista hacia Valle Norte del Valle del Río de las Chinas.
El desafío de la búsqueda fósil en Patagonia
Adentrarse en estos territorios con el propósito último de la búsqueda fósil, significa penetrar en un clima hostil. Durante las semanas (o quizás meses) que se intenta indagar en los secretos de la zona, se deberá encarar la lluvia, la nieve, las temperaturas bajas, y los vigorosos vientos que en ocasiones superan los 100 km/hr. Lo pantanoso del terreno obliga a tener que caminar por horas desde el último lugar habitado del sector, hasta finalmente llegar a establecerse en lugares más o menos aptos para instalar el campamento, que servirá de refugio durante el tiempo en el que exploremos la zona. Este tiempo de exploración también implica organizarse dentro del grupo, al menos definiendo roles mínimos para manejar las labores cotidianas, para así favorecer la buena convivencia y el éxito de la expedición. Esto aplica tanto para labores de aseo y cocina en el campamento, como de la búsqueda y extracción de fósiles en los cerros. Tener buena disposición en la convivencia cotidiana es un factor sumamente importante, más aún considerando la adversidad del clima y la carencia de los típicos privilegios que se tienen al vivir en ciudades y que muchas veces uno olvida que posee (como por ejemplo, darse una ducha con agua caliente, dormir en un colchón y lavar ropa o utensilios de cocina de forma sencilla). A medida que van pasando los días, se extrañan cada vez más las comodidades citadinas y se van acumulando los malestares, en forma de suciedad, heridas de trabajo, cansancio y dolores diversos en distintas partes del cuerpo. ¡El peso de los días se acumula en la espalda sin que uno le adicione más peso real a la mochila! Cada día comienza con el armado de las mochilas con las herramientas, insumos y comida que necesitamos durante la jornada, y luego se trazan por largas caminatas de exploración, con el objetivo de trabajar en las áreas que contienen fósiles que nos interesan, martillando, barriendo, o buscando fósiles a ras de piso. Muchas veces, para extraer el material fósil y transportarlo y preservarlo hasta el laboratorio, evitando que se destruya, es necesario mantener el fósil con su matriz de roca circundante. Para ello se realizan lo que se acostumbra llamar “bochones”. Lo primero que se hace es endurecer/fijar al fósil con un producto que se llama B72, que le da resistencia. Una vez seco, se le aplica una capa de papel húmedo, y sobre éste, bandas de arpillera embebidas en yeso, cubriendo totalmente el fósil y su roca circundante. Este bloque que contiene el fósil protegido es lo que llamamos “bochón”, y nos permite transportar el material en buen estado hasta el laboratorio,donde será finalmente preparado. Hacer los bochones podría no parecer tan complejo, sin embargo, ir exponiendo el fósil y romper la roca alrededor, significa que hay que ser cuidadosos y tener paciencia, ya que despejar el fósil de la roca es un trabajo de dedicación y detalle. También, saber advertir cuáles son los lugares precisos donde se debe proceder a delimitar y romper el bochón es crucial (que por supuesto es algo que los paleontólogos, con su conocimiento y expertise profesional pueden abordar exitosamente). A pesar de ello, siempre existe la posibilidad que se encuentre algo más dentro de la roca que no hayamos visto previamente, o que luego de extraer el bochón, aparezca algo que nos sorprenda, y hay que ser cuidadosos para evitar que ocurra el calamitoso escenario de que la roca y los fósiles se desmoronen en el intento. Todo esto considera que previamente, se debe identificar un fósil de interés en la zona, y comenzar a picar alrededor de los mismos para exponer algún otro material de interés que se encuentren en torno al mismo. La parte quizás más “sencilla” y mecánica del proceso, pero a su vez la más dolorosa, es la fase de hacer yeso, lo que significa meter las manos en un balde de agua casi congelada y mezclar las bandas de arpillera con el polvo de yeso y el agua, revolviendo constantemente, hasta lograr una masa óptima para modelar la superficie de la roca. El frío de la Patagonia convierte esto en un verdadero desafío, porque al final del proceso se termina con las manos rojas, temblorosas y sin sensibilidad por el frío (y sin mencionar el yeso solidificado al fondo del balde, que a medida que se solidifica en forma de puntas, pueden cortar los dedos con el descuido). A pesar del esfuerzo que implica todo esto, del cansancio, el frío y los dolores nacientes y constantes, todo se olvida y desaparece cuando acontece el sublime momento en que se descubre algo nuevo. Un hallazgo inédito, valioso y fascinante, que hace que todo el grupo de exploración comience a gritar al aire, a abrazarse y a celebrar en medio de la soledad de la pampa patagónica.

Un hallazgo inédito, valioso y fascinante, que hace que todo el grupo de exploración comience a gritar al aire, a abrazarse y a celebrar en medio de la soledad de la pampa patagónica.


Grupo de paleontólogos en el sitio de excavación de hadrosaurios.
Vida remota y austral de América
No es de extrañar que estos eventos de celebración ocurran con cierta frecuencia, ya que esta zona nos brinda constantemente nuevas manifestaciones de la biota pretérita, desconocida y original. Actualmente, los dinosaurios más australes de América del Sur se han encontrado en el Valle del Río de las Chinas, que se remontan a una ventana temporal de entre 78-66 millones de años atrás, en el Cretácico Superior. Este lugar además resulta ser muy particular debido a su cercanía y afinidad con el continente Antártico, mostrando relaciones con los fósiles tanto de la Antártica como de Australia, lo que revela una conexión significativa entre estas regiones. Durante los últimos años, se han evidenciado hallazgos fósiles diversos e importantes que han servido para clarificar cómo era el escenario de la vida cretácica en este lugar. Dentro de ellos, se ha destacado el descubrimiento de fósiles de dinosaurios acorazados, como es Stegouros elengassen, un anquilosaurio de aproximadamente dos metros de largo, que poseía un macizo en la cola compuesta por siete pares de placas (Soto-Acuña et al., 2021). Además, el sitio deslumbra por los numerosos hallazgos de dinosaurios Hadrosauroideos, los llamados dinosaurios “pico de pato”, por la característica forma de su hocico, y cuya abundancia se extiende por varios kilómetros del Valle (Jujihara et al., 2018; Alarcón-Muñoz et al., 2022; Bravo-Ortiz et al., 2022). Recientemente, se identificaron distintos tipos de dinosaurios terópodos, entre los que resaltan los megaraptóridos, de alrededor de 8-10 metros de longitud, los dromeosáuridos y vestigios de aves, siendo estas, las aves más antiguas de Chile descritas hasta el momento (Davis et al., 2022). Otro grupo que ha sido también encontrado en el lugar es el de los titanosaurios; dinosaurios saurópodos de cuello largo, cuyo tamaño posiblemente era superior a 20 metros (Soto-Acuña et al., 2021; Espinoza, 2017; Atisha et al., 2022). También en estas rocas del Cretácico superior se han registrado restos de grandes reptiles marinos, que incluyen plesiosaurios (Otero et al., 2009; Soto-Acuña et al., 2021; INACH, 2018) y mosasaurios. Además, animales más comunes para nosotros, como las tortugas de la familia Chelidae, características de ambientes de agua dulce (Alarcón-Muñoz et al., 2020), y varios restos de cocodrilos y ranas, así como fósiles de insectos (por ej. Dorotheus guidensis) (INACH, 2018; Suazo-Lara et al., 2018; Suazo-Lara y Gómez, 2021). En 2020 se dio a conocer el descubrimiento del primer mamífero del Mesozoico chileno, el Magallanodon baikashkenkeo “diente de Magallanes del valle del abuelo”, similar en tamaño a un coipo moderno (Goin et al., 2020). Este mamífero representa una de las formas de mayor tamaño para el Mesozoico, y su hallazgo permitirá indagar sobre el origen y diversificación de este grupo. Una segunda especie de mamífero del Mesozoico es Orretherium tzen o “bestia de cinco dientes”, que se dio a conocer en el año 2021, y que es el segundo mamífero más antiguo de Chile, luego de Magallanodon (Martinelli et al., 2021; Chávez, 2021). Todos estos descubrimientos que se han hecho en los últimos años, son señales de la gran riqueza fósil que presenta este lugar, y posiblemente también de otros tantos lugares no explorados del territorio chileno. Más aún, no es de extrañar que a medida que sigamos investigando y explorando este territorio, nuevos registros sigan emergiendo, los cuales servirán para robustecer y esclarecer en árbol evolutivo de la diversidad de la vida, tanto en nuestro territorio como en el mundo.

Todos estos descubrimientos que se han hecho en los últimos años, son señales de la gran riqueza fósil que presenta este lugar, y posiblemente también de otros tantos lugares no explorados del territorio chileno.


Mauricio Alvarez Ilustrador de ciencias, instagram: mauricio_alvarez_art.
Coda
A medida que nos acercábamos al final de la última expedición al Valle del Río de las Chinas, hace pocos días atrás (febrero, 2023), venía pensando sobre nuestra diminuta existencia en ese momento en la inmensidad de la Patagonia, pero además en la relevancia que tiene que un grupo de científicos-paleontólogos (o por qué no “paleonto-locos”) penetre en estos lugares intentando descubrir huellas del pasado dentro de la inmensa historia evolutiva contenida en este sitio. A pesar de que partimos la caminata de vuelta (de aproximadamente 4 horas) con una gran nevazón acuestas, y con constantes incomodidades en distintas zonas de mi cuerpo, especialmente en mi espalda por llevar mucho peso en mi mochila, no dudaba de que si tengo la oportunidad de participar nuevamente en esta aventura, lo volvería a hacer encantada, especialmente por la gran fascinación de ser parte del descubrimiento de organismos que permiten esclarecer el panorama evolutivo, que me imagino solo se iguala a pocos momentos de la vida de gran exaltación. Sin embargo, más allá del ámbito personal, es necesario que esta clase de expediciones continúen siendo una constante, para vislumbrar aún más los restos que se conservan bajo tierra, lo que podría llevar años, décadas, o, ¿quién sabe cuánto tiempo nos lleve intentar desnudar el pasado maravilloso del Valle del Río de las Chinas?. Estas exploraciones nos permiten apreciar la abundancia de formas de vida que han nutrido otros períodos históricos, y además tener conciencia de nuestra posición actual frente al medioambiente y el cuidado de nuestro entorno. Es por ello que tener la oportunidad de participar en estos momentos en que se revela, aunque sea una porción del pasado remoto de la Tierra y de su biota, es más que un obsequio o un deleite, son experiencias que alimentan la fascinación constante del descubrimiento, entendimiento y respeto por la naturaleza y la diversidad de vida que existe y ha existido en nuestro planeta.

Estas exploraciones nos permiten apreciar la abundancia de formas de vida que han nutrido otros períodos históricos, y además tener conciencia de nuestra posición actual frente al medioambiente y el cuidado de nuestro entorno.


Foto que muestra algunos integrantes del terreno paleontológico en el Valle del Río de las Chinas (verano, 2023), del campamento “El Puesto”, luego de bajar “bochones” desde lo alto de los cerros.
Foto tomada por Daniela Flores.
De izquierda a derecha: Juan Pablo Venegas, Claudio Bravo, Jhonatan Alarcón, Sebastián Jiménez, Héctor Ortiz, Antonia Atisha, Agustín Martinelli.
Agradecimientos
Agradecimiento en especial a Agustín Martinelli por su revisión y contribución al texto y a Mauricio Álvarez por aportar con sus trabajos artísticos de acuarelas del Valle de las Chinas y su arte de reconstrucción paleontológica. Además, me gustaría agradecer a todos y todas quienes hicieron posible y participaron en la expedición del año 2023, y que contribuyeron en la exploración, en el buen funcionamiento y buena convivencia de la expedición. En especial, un agradecimiento al INACH y a la Red Paleontológica Uchile. Muchas gracias a Alexander Vargas por la invitación.
Colaboraron a la redacción de este artículo: Juan Pablo Venegas, Claudio Bravo, Antonia Atisha, Jhonatan Alarcón, Fundación dicta, Red Paleontológica Universidad de Chile.
Referencias
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Daniela Flores
Es Dra.(c) en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile, Licenciada en Ciencias mención Biología de la Universidad de Chile, Diploma de Filosofía de las ciencias mención sistemas complejos (IFICC) y docente de biología (Universidad de Chile, Academia Narvezzi). Daniela tiene experiencia y formación en investigación científica en áreas de biología evolutiva y biología del desarrollo (EvoDevo), experiencia en microscopía de fluorescencia y microscopía confocal, y en divulgación científica a partir de la generación de actividades didácticas y de la elaboración de equipos científicos caseros junto a niños y jóvenes, actividades desarrolladas con micromundo y a BackyardBrains Chile, además Daniela tiene gran interés por la música, la pintura y el dibujo, y por integrar el arte y la ciencia. Se ha desempeñado como cantante lírico en distintos coros de Chile, y participado en instancias de arte y ciencia. Actualmente, es subdirectora y coordinadora general de la Fundación DICTA.
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Diagramación: Paulo González
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