Diálogos sobre desastres: una mirada desde el riesgo sísmico.

 

Autores: Cristián Siegel, Julián Cortés, Jaime Campos y PRS, Universidad de Chile.

El texto aborda una problemática – el riesgo sísmico – que por construcción conjuga los saberes de distintas disciplinas, geofísica, geología, sismología, física, sociología, derecho, comunicaciones, entre otras desde una perspectiva interdisciplinaria. El riesgo es un concepto que puede ser usado con distintas intenciones, por lo cual es necesario tener una amplia perspectiva sobre lo que representa. La elaboración de este artículo no habría sido posible sin la exposición a instancias de diálogo entre estas disciplinas que se dan en el Programa de Riesgo Sísmico (PRS) de la Universidad de Chile.

 

Edición: Equipo Editorial Interdisciplinaria, Diagramación: Pilar Trillo, ¹”Nota biográfica al final del artículo”.

 El idioma original en que está escrito este artículo es español. Mencionamos esto para considerar al utilizar la traducción automática que puede generar algunos errores.

 

Introducción

 

  A fines del siglo pasado las Naciones Unidas (ONU) designaron el período entre 1990 y 1999 como el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN). Bajo el auspicio de DIRDN, expertos de varios campos crearon el marco global para la gestión del riesgo de desastres socio-naturales y contribuyó a incrementar la conciencia sobre las necesidades de reducir el riesgo. Casi una década atrás, durante marzo de 2015, se marcó un hito en la historia de la reducción de riesgos de desastres cuando, más de 190 naciones reunidas bajo el alero de la ONU, dieron vida al Marco de Sendai durante una conferencia global en la ciudad japonesa que le da nombre. Este importante acuerdo, que emergió luego de años de intensas negociaciones, colocó en el centro de la agenda internacional, no sólo la gestión del desastre, sino por sobre ella, la necesidad de entender a fondo el riesgo de desastres. Este giro hacia la comprensión de los riesgos socionaturales, resalta una pregunta intrigante: ¿Qué significa que tantos países dediquen tanto tiempo a debatir sobre un tema tan escurridizo y fundamental como éste?. Este esfuerzo colectivo destaca la importancia de encarar los desastres no solo con medidas concretas, sino también profundizando en su comprensión, un desafío que, aunque intangible, resulta crucial para la seguridad global.

Comprender, significa dialogar, y el diálogo genera respuestas no triviales donde la observación del proceso dialógico termina siendo más importante que el objetivo que se tenía antes de dialogar. Esto lo evidenció de manera notable Gregory Bateson (1998) quien, a través de sus metálogos2, ayudó a entender cómo el proceso de diálogo influye en la comprensión de los problemas; es decir, no solo hay que atender al contenido explícito, sino también a las dinámicas subyacentes de cómo se intercambia y se modifica la información en la interacción. Esto es análogo a cómo en los sistemas complejos, las partes interactúan de maneras que no son totalmente predecibles y cuyo entendimiento requiere ir más allá de las partes individuales para incluir sus interacciones y contextos.

Uno de estos metálogos lleva por nombre “¿Por qué las cosas se revuelven?” (Bateson., 1998). En este, el padre, pacientemente ante las incesantes interrupciones de la hija que no terminan por desordenar el diálogo, discute sobre distintas formas en que se puede entender el concepto de “revoltijo”, según la perspectiva de distintas personas. Aunque todas las personas estén de acuerdo en que las cosas se encuentren revueltas (por ejemplo, artículos de oficina revueltos sobre un escritorio) cuando efectivamente lo estén, y que lo opuesto a “revuelto” vendría a ser “pulcro”, las personas tienen distintas maneras de ordenar las cosas, por lo cual “pulcro” significa distintas cosas para distintas personas (razón por la cual al padre no le gusta cuando otras personas ponen “pulcro” su escritorio).  

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Figura N° 1. Efectos del desastre del terremoto de Valdivia, 1960, y del terremoto de Valparaíso, 1906.

“¿Qué significa que tantos países dediquen tanto tiempo a debatir sobre un tema tan escurridizo y fundamental como este?. Este esfuerzo colectivo destaca la importancia de encarar los desastres no solo con medidas concretas, sino también profundizando en su comprensión, un desafío que, aunque intangible, resulta crucial para la seguridad global.”

 

 ¿Será que el riesgo de desastres significa cosas distintas para distintas personas? ¿Será entonces esta la razón por la cual el consenso de actores de distintos países determina que la primera prioridad de acción es comprender el riesgo de desastres?  

Desastres, revoltijos y complejidad: ¿por qué las cosas se revuelven?

 

  El Marco de Acción de Sendai señala que, si bien la frecuencia de amenazas naturales tales como terremotos y huracanes no ha variado notablemente, las pérdidas humanas y materiales derivadas de estos eventos han incrementado significativamente. ¿A qué se debe esta aparente contradicción?

Como elementos de este revoltijo debemos considerar factores tales como: a) urbanización, es decir, el crecimiento de la población y la expansión urbana en zonas de riesgo, como áreas costeras y zonas sísmicamente activas; b) vulnerabilidad de infraestructuras, en muchas áreas, la infraestructura no se ha construido con suficientes medidas de mitigación de riesgos, o está envejeciendo y se ha vuelto más susceptible a daños; c) cambio climático, los cambios en el medio ambiente, incluyendo la degradación de ecosistemas que anteriormente ofrecían protección natural contra eventos extremos, y el impacto de los efectos del cambio climático, pueden intensificar ciertos tipos de desastres socionaturales y contribuyen a mayores tasas de pérdida y; d) desigualdades socioeconómicas, las desigualdades en la capacidad de las comunidades para prepararse, responder y recuperarse de los desastres, hacen que las pérdidas sean más severas en las poblaciones más vulnerables.

 

“Según Cinna Lomnitz (Lomnitz, 1994) los desastres surgen primariamente por cambios tecnológicos. Así, expone que la propensión a los desastres depende del grado de estabilidad que posee un determinado sistema socioambiental. En la sociedad azteca, cita Lomnitz como ejemplo, los terremotos grandes no causaron desastres porque las personas vivían en chozas de baja altura hechas de materiales ligeros.”

    Según Cinna Lomnitz (Lomnitz, 1994), los desastres surgen primariamente por cambios tecnológicos. Así, expone que la propensión a los desastres depende del grado de estabilidad que posee un determinado sistema socio-medioambiental. En la sociedad azteca, cita Lomnitz como por ejemplo, los terremotos grandes no causaron desastres porque las personas vivían en chozas de baja altura hechas de materiales ligeros. Esto corresponde a una situación de cercanía relativa a un tipo de equilibrio. Algo similar ocurrió en la época colonial en Chile con el estilo arquitectónico chileno o el llamado rancho de los temblores, una construcción rústica de madera que pretendía cobijar en caso de terremotos, un “conocimiento vernacular sismorresistente”, el cual se denomica “culturas sísmicas locales” (Jorquera, 2014).

En la Ciudad de México (CDM) moderna, las tasas de mortalidad asociadas a derrumbes en estructuras emprezaron a aumentar a mediados del siglo pasado, cuando se empezaron a introducir rascacielos para hacer frente a la escalada de los precioss inmobiliarios, rascacielos que fueron construidos sobre un pantano. La capa de lodo superficial tendría la capacidad de amplificar y “atrapar” las ondas sísmicas, el fenómeno conocido como resonancia (Castaños y Lomnitz, 2005). Luego estas ondas son capaces de estimular determinados modos de oscilación de los rascacielos, que, si no cuentan con mecanismos para disipar esta energía, pueden terminar cediendo estructuralmente provocando el derrumbamiento y las consiguientes pérdidas materiales y de vidas.

 

Así, el distanciamiento del equilibrio en el sistema socioambiental de la ciudad de México moderna se exhibe en la manifestación de estas inestabilidades: tanto medioambientales (de la capa de lodo superficial ante el paso de las ondas sísmicas) como por factores sociales – de los rascacielos para ceder ante el acoplamiento con oscilaciones de corto periodo. Todo un revoltijo.

Las inestabilidades en el sistema socio-medioambiental son el resultados de respuestas tecnológicas inadecuadas a desafíos sociales o medioambientales. Por ello hoy es cada vez más común que los desastres se llamen desastres socio-naturales (ejemplo, Kelman, 2010), de manera de hacer énfasis en que siempre hay factores sociales involucrados. 

 

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Figura N° 2. Ciudad de México en la actualidad.

Los riesgos de no comprender el riesgo.

 

 Parafraseando a Ulrich Beck (1998), si vivimos en una era más consciente de los efectos de los desastres socionaturales, es porque habitamos una “Sociedad del Riesgo”. A este respecto, sostiene que, en la modernidad avanzada, los riesgos creados por el progreso tecnológico y económico – como desastres socioambientales, crisis financieras y tecnologías complejas – se han vuelto globales, incontrolables e impredecibles, afectando a todas las personas. Beck llama a esta fase “modernidad reflexiva” porque las sociedades deben reflexionar y responder a los problemas y riesgos que ellas mismas han creado. Esta reflexividad no solo aborda las consecuencias de nuestras acciones, sino que también desafía y transforma las estructuras existentes en busca de nuevas formas de gestión y mitigación del riesgo. Desde otra perspectiva, Niklas Luhmann (2006), presenta una perspectiva distinta a la de Beck. Para Luhmann, el riesgo es una forma de gestionar la incertidumbre venidera, centrando su análisis en cómo las decisiones tomadas hoy, pueden crear condiciones de riesgo o peligro en el futuro. 

“Fue una decisión, que, aunque aún si se tomó siguiendo la premisa básica de balance entre costos y beneficios, no tuvo en cuenta el fenómeno de resonancia que quizás se desconocía en esa época, nos muestra la importancia que tiene entender el riesgo de desastres.”

    En su teoría, Luhmann hace una distinción crucial entre “riesgo”, que es el daño potencial resultante de las decisiones tomadas dentro de un sistema (y que por lo tanto puede ser controlado o influido por el tomador de decisiones), y “peligro”, que se refiere a daños potenciales que provienen del entorno del sistema y son percibidos como fuera de su control. A diferencia de Beck, quien se enfoca en cómo los riesgos globales afectan indiscriminadamente, Luhmann considera que el riesgo es una cuestión de perspectivas sistémicas y cómo cada sistema (ya sea un individuo, una organización o una sociedad) observa y responde a estos riesgos en función de sus propias estructuras y lógicas operativas. Por tanto, abordar el problema del riesgo es más una cuestión de comunicación y observación de los sistemas.

Si aplicamos la discusión sobre el riesgo, la construcción de rascacielos en CDM fue una respuesta ante un desafío social – la necesidad de proveer vivienda a una población en crecimiento ante la escalada de los precios inmobiliarios. Fue una decisión, que, aunque aún si se tomó siguiendo la premisa básica de balance entre costos y beneficios, no tuvo en cuenta el fenómeno de resonancia que quizás se desconocía en esa época, nos muestra la importancia que tiene entender el riesgo de desastres.

Para finalizar podemos ver que, el Marco de Sendai ha mostrado la senda respecto a cómo el diálogo global y la comprensión del riesgo son fundamentales en la reducción de riesgos de desastres. La adopción de este marco refleja una evolución hacia una “modernidad reflexibla”, donde reconocemos y enfrentamos los desafíos emergentes en un mundo interconectado. Sin embargo, los desafíos futuros incluyen la necesidad de adaptar nuestras infraestructuras y políticas a una realidad donde los riesgos socionaturales se intensifican por factores humanos y ambientales. Las lecciones aprendidas subrayan la importancia de integrar la resiliencia y la adaptabilidad en el núcleo de nuestras sociedades.

 

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Referencias

Naciones Unidas (2015), Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 (A/RES/69/283*), Resolución aprobada por la Asamblea General el 3 de Junio de 2015, Sexagésimo noveno periodo de sesiones. Disponible (en línea) http://undocs.org/es/A/RES/69/283

Bateson, G. (1998). Pasos hacia una ecología de la mente (p. 443). Lohlé Lumen.

Jorquera, N. (2014). Culturas sísmicas: Estrategias vernaculares de sismorresistencia del patrimonio arquitectónico chileno. en revista Arquitecturas del Sur. Vol XXXII (46): 6-17.

Lomnitz, C. (1994). Fundamentals of earthquake prediction. Wiley.

Kelman,. (2010). Natural disasters do not exist (natural hazards do not existe either). Version 3, 9 Julio 2010 (Version 1 fue en 26 Julio 2007). http://www.ilankelman.org/miscellany/NaturalDisasters.doc

Lumann, N. (2006). Sociología del riesgo. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana. Beck, U. (1998).

La sociedad del Riesgo. Hacia una nueva modernidad. Paidós.

Castaños, H., & Lomnitz, C. Desastres. Frontera entre lo natural y lo social.

Lidskog, R., & Sundqvist, G. R. (2012). Sociology of risk. In Essentials of risk theory (pp. 75 – 105). Dordrecht: Springer Netherlands.

 

Cristián Siegel

Licenciado y magíster en Ciencias, mención Geofísica de la Universidad de Chile. Es investigador del Programa de Riesgo Sísmico de la Universidad de Chile desde el año 2020, donde su principal línea de investigación es Sistemas Complejos y Amenaza Sísmica. Además, está interesado en aproximaciones interdisciplinares al riesgo y complejidad, y en la transferencia de conocimientos a la sociedad.

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