Anton Van Leeuwenhoek: El padre de la microbiología y de la microscopía
Por: Daniela Flores Campos
Fuente imagen: Licencia Creative Commons, Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. “A. V. Leeuwenhoek, emergió en la Edad de Oro de los Países Bajos, período de gran prosperidad económica y grandes avances culturales y científicos que llevaron a posicionar a aquel país como el centro comercial más importante del norte de Europa.”
Anton Van Leeuwenhoek (1632-1723), es considerado actualmente como el padre de la microscopía y de la microbiología, puesto que desarrolló uno de los primeros microscopios (¡y cientos de ellos!) que permitieron dilucidar la existencia de todo un mundo microscópico anteriormente invisible a nuestros ojos. Sus descubrimientos marcaron un hito dentro de la historia de la biología, de la medicina y de la microscopía, posibilitando un mayor desarrollo de estos instrumentos, del descubrimiento del mundo microscópico y de los avances en el tratamiento y cura de algunas enfermedades.
A. V. Leeuwenhoek, emergió en la Edad de Oro de los Países Bajos, período de gran prosperidad económica y grandes avances culturales y científicos que llevaron a posicionar a aquel país como el centro comercial más importante del norte de Europa. Durante esta época se gestaron grandes descubrimientos en ámbitos científicos y médicos en la región, lo que probablemente influyó y favoreció el surgimiento de importantes personajes relativos a la ciencia. Entre ellos, destaca el personaje que invitamos a rememorar en este artículo, una figura que transitó desde el mundo del comercio de telas, al misterioso mundo tecnológico y de la microbiología a partir del desarrollo de microscopios, travesía que lo llevó a desenvolverse como un perfil interdisciplinario que le permitió canalizar nuevos horizontes en diversas aristas científicas.
A pesar de que la confección de microscopios comenzó simplemente como pasatiempo en torno a este oficio, prontamente sus observaciones comenzaron a encantarlo y obsesionarlo con el nuevo universo que se abría ante sus ojos: espermatozoides, células sanguíneas, levaduras, bacterias y diversidad de ‘animáculos’ que componían las esferas microscópicas.
Inicios e inspiraciones: El comienzo de la esfera microscópica
A. V. Leeuwenhoek nació en Delft, Provincias Unidas de los Países Bajos, el 24 de octubre de 1632. Su infancia estuvo marcada por el fallecimiento de sus hermanas y su padre, y posteriormente la de su padrastro, lo que lo llevó tempranamente en su adolescencia a ocuparse como aprendiz de tratante de telas. Entre sus actividades, debía analizar los tejidos con lupas, para garantizar su buena confección. Este hecho se cree que es lo que empujó a A. V. Leeuwenhoek a indagar en el desarrollo de lupas más poderosas, aprendiendo y perfeccionando la técnica del pulido de vidrios, una habilidad que logró desarrollar de forma magistral y que le permitió construir más de 500 microscopios a los largo de toda su vida.
Fuente imagen:Licencia, Creative Commons, Retrato de Anton Van Leeuwenhoek. “Solo nos quedan sus grandes descubrimientos e inspiraciones, quedarnos con su legado de técnico, de ingeniero, de observador, de meticulosidad y de reflexión; con su perfil de impulsor de las grandes áreas de la microscopía y de la microbiología que conocemos actualmente.”
Fuente imagen: Licencia Creative Commons, Animáculos de Leeuwenhoek.“El microscopio de A. V. Leeuwenhoek (…) presentaba una aguja en la que se podía poner un capilar con muestras disueltas en agua, lo que le permitió además ver organismos en movimiento. Esto último de hecho, lo llevó a ser el primer personaje que planteó que estos ‘animáculos’ además de conformar parte del mundo microscópico invisible, se encontraban vivos.”
Una de las inspiraciones que lo llevaron a describir sus diversos “animáculos” fue el libro ilustrado de Robert Hooke: Micrographia, en el que el gran científico inglés plasmó lo que observó a través de su microscopio. Si bien anterior a los años en que Leeuwenhoek desarrolló sus instrumentos, ya existían diversos microscopios (como es el microscopio de Zacharias Janssen, el de Galileo Galilei, el de Robert Hooke, entre otros), sin embargo, estos tenían diferencias cruciales en la estructura misma del microscopio con los instrumentos que los antecedieron, lo que permitieron a A. V. Leeuwenhoek indagar aún más en la exploración del mundo microscópico y en la exhibición de nuevas ideas acerca de la vida.
Previamente a la invención del microscopio de A. V. Leeuwenhoek, el poder de magnificación que generaban los microscopios anteriores estaba dado principalmente por la suma de la magnificación de dos lentes por separado, que al posicionarse en el mismo plano, permitían aumentar la imagen de lo que se observaba. Este tipo de microscopios, eran denominados microscopios compuestos, ya que se sustentaban en la observación a partir de dos lentes (similar a los microscopios actuales, que presentan más lentes que nos permiten enfocar y observar). Sin embargo, esta disposición de los lentes conllevaba a otro gran problema, que era la suma de las aberraciones (tanto la aberración esférica como aberración cromática) que tenían cada uno de los lentes en esa época, puesto que la teoría óptica de la época no era tan elaborada para dilucidar cuál era la mejor forma que debían tener los lentes para evitar este tipo de aberraciones.
Esto tenía como consecuencia que la observación a través de los microscopios compuestos de aquella época fuera sumamente compleja, porque las imágenes se deformaban lo suficiente, como para no poder diagnosticar correctamente lo que se estaba observando, sobre todo en el caso de los organismos más pequeños. Esta clase de microscopios a su vez, requerían de muestras fijas, que si bien les permitió a los científicos de la época realizar obras artísticas de lujo (como las elaboradas por Robert Hooke), los limitaba a observar el movimiento natural de las estructuras que observaban.
Los microscopios de A. V. Leeuwenhoek, solo medían unos cuantos centímetros, y tenían un lente que variaba en diámetro. Algunos de ellos llegaban a tener un diámetro menor a 2 mm lo que les proporcionaba un poder de magnificación incluso más de 500 veces, lo que permitió la observación incluso de bacterias, en tiempos en que estas no se conocían.
El microscopio de A. V. Leeuwenhoek rompió con estos dos factores limitantes, puesto que estaba constituído solo por un único lente de muy pequeñas dimensiones y gran poder de amplificación de imagen, lo que en consecuencia hacía que no se sumaran más aberraciones, y presentaba una aguja en la que se podía poner un capilar con muestras disueltas en agua, lo que le permitió además ver organismos en movimiento. Esto último, lo llevó a ser el primer personaje que planteó que estos “animáculos” además de conformar parte del mundo microscópico invisible, se encontraban vivos.
“Los microscopios de A. V. Leeuwenhoek, solo medían unos cuantos centímetros, y tenían un lente que variaba en diámetro. Algunos de ellos llegaban a tener un diámetro menor a 2 mm lo que les proporcionaba un poder de magnificación incluso más de 500 veces, lo que permitió la observación incluso de bacterias, en tiempos en que estas no se conocían. Sus diversos microscopios, se pueden considerar una verdadera obra de ingeniería, ya que además contenían una serie de tuercas que permitían posicionar en foco las muestras tras el lente.”
Fuente imagen: Licencia Creative Commons, microscopio simple de Anton Van Leeuwenhoek. “Previamente a la invención del microscopio de A. V. Leeuwenhoek, el poder de magnificación que generaban los microscopios anteriores estaba dado principalmente por la suma de la magnificación de dos lentes por separado, que al posicionarse en el mismo plano, permitían aumentar la imagen de lo que se observaba.”
De la obsesión a la ciencia: Reconocimiento de A. V. Leeuwenhoek por la Royal Society.
Asimismo, la obsesión de A. V. Leeuwenhoek por el descubrimiento lo llevó a analizar todo lo que se le ocurría, generando más de alguna anécdota que nutre la serie de descubrimientos que realizó. Es bien sabido que A. V. Leeuwenhoek experimentaba incluso con su propio cuerpo dentro de situaciones cotidianas, lo que lo llevó incluso a no lavarse los pies por días e incluso semanas para dejar que creciera algún cultivo entre sus dedos y así poder observarlo.
Otra anécdota interesante es que dentro de sus observaciones, examinó su propia eyaculación, lo que le permitió ver por primera vez espermatozoides retorciéndose. Estos también los observó en otros animales, como en perros y conejos machos, escritos como “multitud de animáculos vivos, más de un millón, con el tamaño de un grano de arena y moviéndose en un espacio. Esos animales eran más pequeños que los glóbulos rojos (…) equipados con una cola de cinco a seis veces la longitud del cuerpo. Avanzaban con un movimiento de serpiente ayudado por sus colas” (Karamanou., 2010). Antes de que fuera revelada su observación, los entendidos de la época pensaban que una especie de vapor estimulaba a las mujeres a gestar hijos (por ejemplo lo que era planteado por Hieronymus Fabricius como ‘aura seminalis’), lo que posicionó a A. V. Leeuwenhoek como un gran rupturista de los pensamientos de la época.
A pesar de los grandes descubrimientos que hizo el microscopista, A. V. Leeuwenhoek fue precavido en exhibir sus descubrimientos, puesto que la época en la que emergió le imponía diversas dificultades. Por ejemplo, hablar de coito y semen podría generar más rechazo por ser considerado un tema indecente en aquellos momentos. Adicionalmente A. V. Leeuwenhoek, provenía de una familia de comerciantes, no tuvo estudios superiores, y solo hablaba holandés y no el latín, idioma que era considerado como la lengua de la ciencia. Esta razón le hizo difícil ingresar a la élite científica a exponer sus descubrimientos, e incluso llegó a ser ridiculizado en distintas instancias por diversos científicos altamente reconocidos. Para Leeuwenhoek no fue fácil ingresar y convencer a la élite científica, y necesitó más de 200 cartas de diálogo con la Royal Society de Londres para posicionar sus descubrimientos, persuadir a su público reticente y que fuera recordado como el personaje histórico que conocemos actualmente.
Fuente imagen: Licencia Creative Commons. Izquierda: Espermatozoides de distintos animales; derecha: Diversos tipos bacterianos. “Es bien sabido que A. V. Leeuwenhoek experimentaba incluso con su propio cuerpo dentro de situaciones cotidianas, lo que lo llevó incluso a no lavarse los pies por días e incluso semanas para dejar que creciera algún cultivo entre sus dedos y así poder observarlo.”
La lejanía del mundo científico que tuvo A. V. Leeuwenhoek al comienzo de sus exploraciones, le otorgó beneficios para sus descubrimientos. Su ignorancia, la limitación que tenía con el latín y muchas otras imposiciones que impulsaba la ciencia de la época, permitió a A. V. Leeuwenhoek apartarse de los prejuicios que adornaban el pensamiento científico del período, para utilizar sus ojos solo para sorprenderse de la novedad de sus observaciones y reflexionar más allá de las posibilidades y del orden impuesto.
Para Leeuwenhoek no fue fácil ingresar y convencer a la élite científica, y necesitó más de 200 cartas de diálogo con la Royal Society de Londres para posicionar sus descubrimientos, persuadir a su público reticente y que fuera recordado como el personaje histórico que conocemos actualmente.
Desenlace y posterioridad.
Se estima que cuando A. V. Leeuwenhoek murió a sus 90 años de edad, dejó unos 500 ejemplares de sus microscopios. A. V. Leeuwenhoek fue muy celoso de sus microscopios, no compartió con nadie sus técnicas de desarrollo y pulido de lentes y probablemente destruyó muchos de sus microscopios. No vendió ninguno, y regaló unos cuantos, dentro de los que destacan 26 microscopios que entregó a la Royal Society de Londres, que se cree que se perdieron posteriormente en un incendio.
Actualmente algunos de ellos se encuentran esparcidos en diversos museos; sin embargo, la leyenda de muchos de sus microscopios quedan conservados simplemente como recuerdos dentro de sus escritos. La ciencia tardó 200 años para dilucidar posiblemente la técnica que Leeuwenhoek aplicó para llegar al nivel de observación que tuvo y para volver a desarrollar una técnica equivalente de generación de microscopios. A pesar de que podamos llegar a intentar replicar alguno de ellos, nunca sabremos si realmente estaremos utilizando la misma técnica que él mismo elaboró. Solo nos quedan sus grandes descubrimientos, inspiraciones, y su legado de técnico, de ingeniero, de observador, de meticulosidad y de reflexión; y con su gran perfil de innovador e impulsor de las grandes áreas de la microscopía y de la microbiología que conocemos actualmente.
Fuentes de consulta
Flores, D. P., & Marzullo, T. C. (2021). The construction of high-magnification homemade lenses for a simple microscope: an easy “DIY” tool for biological and interdisciplinary education. Advances in Physiology Education, 45(1), 134-144.
Ford, B. J. (1981). The van Leeuwenhoek specimens. Notes and records of the Royal Society of London, 36(1), 37-59.
Ford, B. J. (1989). Antony van Leeuwenhoek—Microscopist and visionary scientist. Journal of Biological Education, 23(4), 293-299.
Ford, B. J. (2001). The Royal Society and the microscope. Notes and records of the Royal Society of London, 55(1), 29-49.
Karamanou, M., Poulakou-Rebelakou, E., Tzetis, M., & Androutsos, G. (2010). Anton van Leeuwenhoek (1632-1723): father of micromorphology and discoverer of spermatozoa. Revista Argentina de microbiologia, 42(4), 311-314.
Kruif, P. D. (1998). Cazadores de microbios. Editorial Porrúa, SA.
Robertson, L. A. (2015). van Leeuwenhoek microscopes—where are they now?. FEMS microbiology letters, 362(9), fnv056.
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Diagramación: Diana Martín, Oswaldo Romero
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